Editorial de Roberto Robles
La anemia de jugadores que tienen hoy las canchas argentinas tiene un origen poco claro.
Cuando la mayoría de los paises tienen medias con un piso de 400 jugadores por cancha y llegan a los 1000 jugadores por cancha, en Argentina solo contamos con 170, mientras que sólo el 30% de las canchas alcanzan o superan ese promedio y unas 160 canchas deben subsistir con menos de 100 jugadores.
En el mundo se ha combatido este diagnóstico con diversas medidas, que en nuestro país no aparecen ni en la agenda de dirigentes de clubes o asociaciones.
En esta entrega, analizamos la existencia de Clubes sin Cancha, figura que se ha arraigado en todo el planeta golf como una de las principales usinas de golfistas.
***********************
Es una calurosísima tarde sanjuanina. Un sauce llorón me acobija del sol esta tarde navideña. Me tomo unos mates y reflexiono sobre la nota de la semana pasada, aquella donde expresé mi enorme preocupación sobre la profundización en 2011 de la crítica situación actual ante los precios inusuales de la matricula de hándicap argentino.
La línea central de mi pensamiento es que el golf argentino, comenzando en los mismos clubes, debe aspirar a una liberalización progresiva del esquema actual que evidentemente lo tiene aprisionado. La prueba más acabada está en la enorme cantidad de tiempo por semana que las canchas de cualquier club del país permanecen vacías, para explotar de gente sólo los días Sábado. Tal ineficiencia comercial hace que los argumentos de escasez de dinero que acucian a clubes, Federaciones Regionales y hasta la misma Asociación Argentina de Golf, sean casi incomprensibles.
No cabe dudas que es inviable un golf donde un 90% de las canchas se llenan apenas un día a la semana. ¿Cómo sobrevivir con 40 o 50 días de juego en el año? No imagino un restaurant o un hotel ganando dinero con una ocupación del quince por ciento.
La apertura del golf en definitiva, será la apertura de los actuales clubes, que podrían desdoblar su existencia. Es allí donde deberá suceder. La apertura de los clubes podrá pasar por una actitud proactiva de promover el juego del golf, de movilizar la cancha.
DOS PARTES DE UN MISMO CUERPO
Tal como sucede en los pases contra los que hicimos el “benchmarking” en la nota de la semana pasada, tanto en España como en Estados Unidos, entre otros, CLUB no es lo mismo que CANCHA DE GOLF. En una CANCHA de golf de esas geografías pueden coexistir muchos clubes, totalmente independientes unos de otros. De hecho por cada cancha de golf se pueden contar por centenares los clubes de golf que juegan en las mismas, aún en los links de tradicionales clubes ibéricos como GUADALMINA o SOTOGRANDE o los americanos DORAL o PEBBLE BEACH, por nombrar solo algunos.
Al separar ambas figuras se simplifica valorar que el objetivo intermedio de cualquier cancha de golf es “LLENARLA” como medio para el objetivo supremo que es “MAXIMIZAR LA FACTURACION”, algo que muchas veces choca de frente contra los objetivos que puede tener un CLUB de personas.
En la administración de empresas, podemos igualar este modelo de comportamiento a la dinámica que tiene el departamento de VENTAS que se desespera por vender, aún a riesgo de SOBREVENDER, contra el departamento de PRODUCCION que tiene límites a hacerlo y existe una sana lucha permanente entre ambos sectores que, si bien pugnan, ambos contribuyen al bien común de la empresa como un todo.
La figura con la que podemos ejemplificar esto la podemos ver claramente en lo que sucede en las aerolíneas comerciales. VENTAS suele sobrevender los vuelos, y de hecho hay una fórmula sobre la estimación de cancelaciones de último momento que da claros límites a sobrevender. Si bien la gente en el mostrador debe luego atender furiosos pasajeros que deben recibir compensaciones por no caber en el avión, la aerolínea se aseguró que dicho aparato partió a capacidad completa. Mucho peor hubiera sido que haya salido con asientos vacíos.
Este comportamiento le quedará incómodo y hasta inverosímil a muchos dirigentes de CLUBES, los cuales siendo instituciones sociales sin fines de lucro, regularmente en lugar de buscar maximizar la facturación, buscan un moderado punto de equilibrio donde los costos sean sufragados por ingresos de igual nivel. Una vez alcanzados los ingresos requeridos, sus dirigentes (ad honorem, recordemos) sienten que cumplieron con su trabajo y reorientan su atención a sus cosas personales.
DESVIRTUAR LA MEMBRECÍA
Pero otro argumento que también moviliza a separar el concepto CANCHA del concepto CLUB es la misma membrecía.
La membrecía en un club es ante todo la pertenencia a un grupo humano con algún tipo de afinidad. Que una CANCHA de golf deba alojar solo un CLUB DE GOLF es el punto central de la anemia de jugadores que tiene nuestro golf. ¿Cuántas personas habrán sido disuadidas de practicar golf por no estar dispuestas a adherir a los estatutos de un club y a un grupo de personas al que no le interesaba pertenecer por convicción o falta de afinidad?
El camino que se encontró en tantos otros países para enriquecer la cantidad de personas que frecuentan una cancha de golf fue entonces escindir a nivel estatutario en las Asociaciones Nacionales la figura de CANCHA de la figura de CLUB, en un franco reconocimiento que no obsta en nada que pueda existir un club de personas que no cuente necesariamente con un campo de golf.
Una cancha necesita dinero para poder estar en condiciones óptimas y para ello, cuanta más gente, mejor. Un club necesita gente afín y dispuesta a cultivar un espíritu compuesto por códigos y un sentimiento muy particular de pertenencia a ese grupo y tiene la tendencia natural a cerrarse cuando se superan ciertos límites cuantitativos y el grupo comienza a perder homogeneidad. Así nace la anemia.
Vale una reflexión: por más que me lo regalen, seguramente rechazaría ser miembro de Augusta, porque realmente sería una incomodidad muy grande tener que cumplimentar una serie de rituales y códigos que no condicen con mi estilo de vida y mi espíritu. Pero jugar esa cancha, será un deleite y una oportunidad imperdible para mí, hasta el mismo día que me muera.
Si un jugador de golf quiere ingresar a clubes ya establecidos y en pleno funcionamiento, como lo son casi todos, deberá adherir al mismo como un todo, donde estará su trayectoria y costumbres que lo definen como tal, los formatos usuales de sus torneos, la manera de asignar tee times que tiene su starter, los grupos humanos dominantes en su estructura política que imponen criterios e iniciativas, etcétera. Esto hace que un club que ya tiene un grupo dominante y está establecido, comience a impermiabilizarse contra nuevos ingresos con el paso del tiempo.
En nuestro país, la bisectriz en este tema la están trazando los CIRCUITOS DE GOLF que proliferan en Buenos Aires sobre todo, pero que ya están llegando a ciertos centros del interior como Córdoba o Rosario. Estas tan resistidas y nuevas figuras (a las que algunos llaman traficantes de green fees …), cumplen en realidad una función vital en el mercado del golf, al relevar a los jugadores de tener que adherir en un todo a un club y le proponen la experiencia de jugar golf en diversas canchas, en días de semana y a precios muy accesibles. Los grupos de amigos se organizan en torno a estos circuitos y están logrando lo que en otros países está previsto estatutariamente: los CLUBES construidos sobre AFINIDAD, juegan golf en diversas CANCHAS.
Si a esto le sumamos que estos circuitos ya están otorgando HANDICAPS NACIONALES provistos por los llamados CLUBES ESTAFETA, vemos que la realidad y las costumbres están superando a las figuras previstas en los reglamentos de las instituciones y esto está dando lugar a una interminable polémica, bien argentina.